Películas de multipremiados realizadores como Chen Kaige y He Ping se exhibieron durante una reciente Muestra de Cine Chino, realizada en La Habana con notable éxito de público y crítica.
Los cubanos pudieron valorar las actuales inquietudes artísticas de la cinematografía china con la muestra de una decena de cintas, que abrió "Li Shuangliang", de Hou Jiangi, que trata sobre un jubilado que crea una hermosa tradición, al crear un jardín en un basurero que contaminaba la comunidad.
De cineastas de la región autónoma del Tíbet se exhibieron dos filmes "Canción del Tibet" de Xi Fie y "Silenciosas piedras sagradas" de Wanma Caidan, mientras que de Taipei de China, en coproducción, se proyectó "Copla de Amora", de Li Yin.
Uno de los más aceptados filmes de todos los exhibidos fue "Juntos", de Chen Kaige, que narra la historia de un ni?o criado en un peque?o pueblo del sur de China, con un extraordinario don para el violín, que viaja a Beijing con su padre para que conozcan su talento.
Para los críticos de la isla, la cinta demuestra que Chen "es un arquero que siempre impacta en la diana y lo que podía parecer una historia banal deviene interesante cuestionamiento sobre la verdadera misión del artista".
Crítica y público conocían de la obra de Chen, cuyas cintas "La gran parada" y en especial "Adiós a mi concubina", fueron exhibidos en cines y la televisión con notable éxito de público.
También sobresalió en el gusto del público "Guerreros de cielo y tierra", del conocido He Ping, quien logró una rara pero disfrutable mezcla de literatura de espada y artes marciales, el western norteamericano y los filmes de samuráis.
La crítica destacó que en He "se evidencia la influencia de los estadounidenses John Ford, Howard Hawks y Sam Peckinpah, y del japonés Akira Kurosawa, entre otros, por lo que no es de extra?ar la fotografía impecable de este filme, a cargo del siempre profesional Zhao Wei, con una estética muy parecida a la de los clásicos del western estadounidense".
El cine chino ya había hecho otras incursiones por la isla, donde en la década de los 60 del siglo pasado tuvo más detractores que adeptos, aunque la crítica especializada apenas tomó partido y a muy pocas cintas del país asiático se le dedicó un comentario en la prensa.
Ya a inicios de la década del 80, los filmes de Bruce Lee, realizados en Hong Kong, tuvieron mucha aceptación en cierto sector juvenil, dado su novedad y ritmo trepidante, pero la crítica despedazó académicamente a ese tipo de cine, de un corte marcadamente comercial y con pocas virtudes artísticas.
A principios de los 90, en una breve pero sustanciosa semana de cine chino, el público cubano conoció "La última emperatriz", de Lau Waikeung, "Sorgo Rojo", de Zhang Yimou, y "La gran parada", de Chen Kaige.
Aquella exhibición fue como una revelación y abrió las puertas de las salas de la isla a una cinematografía que se veía lejana y hasta exótica.
En el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de 1995, por vez primera, crítica especializada y público se unieron en la ovación para aquella muestra en la que se incluyeron "La linterna roja", "Comer, amar, vivir", "Banquete de bodas", y "Adiós a mi concubina", entre otras relevantes películas.
Con mayor información y conocimiento mutuos, el público cubano reconoce hoy altos valores en el cine chino contemporáneo, cuyas obras tienen un espacio preferencial en las salas y hasta en la televisión. Fin