La obra cuenta con dos partes; la primera, de mayor vivacidad, destaca porque en ella los bailarines funden totalmente sus cuerpos con la música del genial compositor alemán, llegando a convertirse en la música misma, en instrumentos o en notas musicales. En claro contraste, la segunda parte resulta más introspectiva y posee un acento más místico y grave que reflexiona sobre la fatalidad.