Sala de lectura de la Biblioteca de Hangzhou
El paraíso terrenal, Hangzhou: una ciudad y su espíritu bibliotecario
“No tengo derecho a impedir a los mendigos que entren, pero los lectores pueden optar por salir”. En tan sólo una noche, las palabras de Chu Shuqing, el director de la biblioteca de Hangzhou, fueron reproducidas 16 mil veces en la red de microblogs del país.
Chu quedó sorprendido por la repercusión de su punto de vista. De sus 48 a?os, ha trabajado diez a?os como bibliotecario en la Biblioteca de Hangzhou y se ha apegado siempre al principio de que “l(fā)as bibliotecas públicas no deben imponer ningún umbral para admitir a los lectores”. La nueva sede de la Biblioteca de Hangzhou ocupa una extensión de 20.000 metros cuadrados y su superficie construída alcanza los 44.000 metros cuadrados, el 90 por ciento de los cuales prestan servicios gratuitos a los lectores, un servicio equitativo que aseguran más del 80 por ciento de las bibliotecas de las grandes ciudades de China. En su opinión, este contraste se debe a la mala interpretación del sistema de “bibliotecas públicas”. La gente entiende que en las bibliotecas se puede leer, pero omite su función social: garantizar la igualdad cultural de la sociedad”.
Biblioteca a los ojos de un porteador
El 15 de febrero de 2011, después del almuerzo, Wang Shuheng, porteador vestido con ropa de camuflaje, entró en la sala de lectura de periódicos de la Biblioteca de Hangzhou. Escogió el ‘Diario del Pueblo’ y ‘Cankaoxiaoxi’ y se sentó en el sofá próximo a la puerta. Frente a él, un televisor en el que se podían escuchar, a un volumen muy bajo, las noticias que emitía el canal Phoenix.
Wang comentó al reportero que todos los mediodías viene a la biblioteca a “descansar, y a veces leo periódicos”.
Mientras hablaba, fijó su mirada en la gran ventana que se encontraba a su lado. Fuera se puede ver la obra en construcción en la que trabaja. Hace dos a?os dejó su provincia, Jiangsu, y vino a trabajar a Hangzhou. Lleva tiempo ejerciendo trabajo físico en las obras en construcción de la vecindad. La biblioteca es el único lugar donde puede encontrar un sitio para relajarse un poco sin tener que pagar.
Desde su punto de vista, los estantes de los libros en la zona de lectura son “l(fā)aberintos formados con líneas rectas”. Las etiquetas pegadas en el lomo de los libros son para él como las “placas de los vehículos”. Cuando pasa por estos “l(fā)aberintos”, se enciende y apaga automáticamente la luz del sensor. Los armarios, de 4,8 metros de alto en el centro de préstamo y lectura de documentos y los de 7,2 metros en el centro de documentos temáticos le miran desde lo alto como gigantes. El dise?o de los estantes, escritorios y lámparas le trasmiten una sensación de “paraíso”.
Pero él prefiere la zona de lectura de periódicos. Aquí se reúnen más trabajadores de la construcción. “Nos gusta más leer los periódicos. Los textos son cortos y no resultan difíciles de entender”.