El dragón chino no solo aparece como un ser supremo en las diversas leyendas que se conocen en el país, sino que también está considerado como un espíritu grabado en los corazones de sus ciudadanos, para los que encarna el desarrollo excepcionalmente rápido, el buen ánimo, el carácter emprendedor de las personas y la capacidad de renovación, entre otras virtudes.
Como dios responsable de las obras hidráulicas, puede invocar al viento y la lluvia, subir a las nubes y montar sobre la niebla y avanzar a una gran velocidad.
La figura del dragón se ha internado en cada rincón de la sociedad y su influencia se ha extendido a cada clase de cultura, brillando con diversos colores. Por ejemplo: al emperador se le llamaba “hijo del dragón”, a los personajes destacados se les denomina “dragón dentro de los seres humamos” y la designación para pasar de un puesto ordinario a uno de jefe militar o primer ministro se describe como “l(fā)a carpa cruza la puerta del dragón de un salto”.