Según la noticia de elpais.com, hay algo especialmente trágico en la muerte de Cory Monteith, el actor canadiense de 31 a?os que era, desde hacía cuatro, uno de los más veteranos miembros del siempre creciente reparto de Glee y que fue encontrado sin vida anoche, tras unas horas de fiesta, en el hotel de Vancouver donde llevaba viviendo el mes pasado. Más allá del hecho en sí de la muerte; más allá del que la fama le hubiera llegado a Monteith después de haber sido un problemático adicto a las drogas, en una inversión del arco tradicional de los jóvenes que se convierten en famosos de repente que hacía de su estrellato no su perdición sino sin redención, están las horas que han seguido a su muerte en redes sociales, en las que miles de aspirantes a famosos han usado su nombre para hacerse notar en el tema de moda.
No es necesariamente una cuestión de volumen. La noticia de su muerte había provocado, hace unas 13 horas, 280.000 menciones a su nombre en Twitter y otras 100.000 a su novia en la realidad y en la ficción, Lea Michele. Se le ha buscado al menos cinco millones de veces en Google -el servicio Google Trends deja de contar a partir de esa cifra- y medios de todo el mundo se han retorcido en busca de motivos que les permitan volver a poner su nombre en un titular y volver a contar ya no vive más. Todo esto es normal. Las redes sociales están para expresarse y esta muerte estaba pre?ada de aristas: la sorpresa, primero. Lo triste de que fuera tan joven. El que cientos de miles de personas se hayan acostumbrado a responder emocionalmente a su cara después de haberlo invitado a sus vidas a lo largo de 88 episodios y cuatro a?os.