Los administradores de la ciudad parecen comprender que esta gente es pobre y necesita una manera de ganarse la vida. En muchas zonas donde el comercio está poco desarrollado los vendedores sin licencia son la única fuente de comestibles, reparaciones de bicicleta y otras necesidades básicas.
“La administración local alienta a los ‘chenguan’ a actuar con mano blanda”, dice mi conocida. “En tiempos difíciles como el nuestro, con la subida de precios, la gente necesita salir adelante como pueda”.
Unos pocos metros cuadrados de pavimento a cambio de menos gente desesperada que se vea forzada a delinquir parece un buen precio a pagar.
Mi tía, que desde hace a?os reside en Hong Kong, nos visitó la semana pasada. Me sorprendió como disfrutaba investigando las paraditas instaladas sobre la parte posterior de triciclos y como, posteriormente, nos mostró satisfecha los ganchos metálicos y los productos de limpieza que había comprado allí. ?A quién no le gusta regatear?
La cara humana
En este mundo comercializado los consumidores votan con sus pies. Gran parte de los residentes en Shanghái, incluyendo la mayoría de mis conocidos y a un servidor, vigilamos de cerca nuestros bolsillos. A veces no es cuestión de si uno se lo puede permitir o no, sino del instinto muy humano de querer comprar algo que vale 150 yuanes por 100 yuanes.
Los vendedores ambulantes son pobres, pero no son estúpidos. Saben como atraer clientes. Parece que dominen el arte de hacer negocios que se ense?a en esas universidades en las que nunca pudieron ingresar: ubicación conveniente, lealtad de los consumidores, precios competitivos y servicio personalizado.
Sus consumidores objetivo son los jóvenes que sufren la presión financiera de los pagos de la hipoteca y del aumento de precios, los trabajadores de mediana edad que no han tenido la suerte de acceder a trabajos con altos salarios en empresas públicas o extranjeras y las personas de la tercera edad que viven humildemente con una escueta pensión.
En todos los vecindarios, excepto en los astronómicamente caros, se pueden encontrar zapateros, copiadores de llaves, chatarreros y reparadores de bicicletas por todos lados. Cada uno respeta el espacio de los otros y tiene cuidado de alejarse de sus competidores. Existe una especie de red de comunicación entre los que venden en la calle.
Un zapatero, por ejemplo, instalará su parada lo más lejos posible de otro zapatero, pero dirigirá clientes hacia un fontanero o un barbero amigos.
Por otro lado los vendedores ambulantes ofrecen un sentimiento de intimidad difícil de encontrar en los modernos centros comerciales hechos de hormigón y reluciente metal. Es verdad que ellos son el origen de comida de cuestionable calidad y de publicaciones piratas, pero sin ellos ?sería mejor la sociedad?
Laozi, el antiguo filósofo chino, dijo hace más de 2.000 a?os que “cuanto más se intenta imponer la ley y el orden, más delincuentes aparecen”. Una sociedad harmoniosa no se puede construir artificialmente, surge de una evolución natural de las personas. Lo que está claro es que siempre que haya una necesidad humana, brotará un negocio para saciarla, con licencia o sin ella.