(hey-genius.com) – Cuesta creer por momentos que Beijing es por estos días una ciudad de fiesta, pero no de una celebración más, sino de la más significativa para los chinos, la llegada del a?o nuevo a?o lunar, el único acontecimiento capaz de frenar de golpe la intensa actividad comercial y económica de esta importante metrópoli y de hacer desaparecer, en apenas unas horas, a buena parte de sus 19,6 millones de habitantes.
Tradicionalistas por excelencias, los chinos no se lo piensan dos veces a la hora de lanzarse a la mayor marea humana que conozca el planeta, 235 millones de personas en un ir y venir frenético que comienza cuando del a?ejo calendario se desprenden sus últimas hojas y concluye aproximadamente 10 días después, con la irremediable vuelta al desenfrenado ritmo con el que transcurre la vida en la China moderna.
Reza la costumbre que esta fecha es el momento en el que todos deben volver a casa para el reencuentro con la familia, a la que muchos, obligados a desplazarse a otras ciudades por estudio o por trabajo, no ven justo desde hace 12 meses. Hace 4710 a?os es así. Prácticamente todos desafían el reto de encontrar la forma de emprender el viaje de regreso a los orígenes en días en que el sistema de transporte del país, sin importar cuánto sea capaz de desarrollarse y crecer de un a?o a otro, llevará hasta los límites la flexibilidad de la imaginaria línea del colapso.
Beijing queda por estos días como un feudo exclusivo para los beijingneses de casta más pura, aquellos que no necesitarán buscar fuera de la ciudad las ramas más próximas de su árbol genealógico, y, por supuesto, para los extranjeros que rehuyamos el éxodo y prefiramos disfrutar de una inusual semana de sosiego en la que viajar por la red de metro en las horas punta no supondrá la inevitable inmersión en un increíble caudal de personas y, sin más, dejarse arrastrar por la corriente para abordar o descender del tren.