La Ruta de la Seda también se extendió hacia el este hasta Japón. En el a?o 107 después de Cristo, el emperador japonés envió 160 artesanos a China para que se instruyeran en los artes del cultivo, hilado, y brocado. Más tarde, esos artesanos volvieron a Japón con gran cantidad de productos de finísima seda y una gran habilidad para su fabricación. En los siglos posteriores, los emperadores japoneses enviaron cientos de artesanos a China de forma constante, contribuyendo en gran medida al desarrollo de la fabricación de seda en Japón. El Mikado del siglo VII llevaba un traje de seda bordado con las figuras del sol, la luna, estrellas, monta?as y dragones, que era muy similar a las ropas usadas por los emperadores chinos.
La seda china también causó furor en los siglos XVII y XIX en Francia. Durante el reinado de Napoleón (1799-1
814), debido a la locura que sufría el gobernante por el lujo y la moda, se ordenó a las personalidades de la corte que llevaran ropas de seda en su vida cotidiana, lo que incluso provocó una gran escasez de productos de seda durante algún tiempo en Croix Rousse, la principal área productora de seda local.
Si hablamos de la Ruta de la Seda, debemos referirnos también a la Ruta de la Seda marítima, que conectaba China con los países del Sudeste asiático y con áfrica. Empezó a desarrollarse incluso antes de la dinastía Han, y tuvo un auge especial durante las dinastías Yuan (1271-1368) y Ming (1368-1644).
En aquella época, los emperadores romanos enviaban marfil, caparazones de tortuga y cuernos de rinoceronte para ser intercambiados por seda en la ruta marítima que unía los territorios occidentales con China. Esto, por supuesto, contribuyó a mejorar la posición e influencia de China tanto a nivel comercial como cultural. En otras palabras, la seda ha escrito la historia del desarrollo de las conexiones de China con otros países del mundo.