Mailakao, de 28 a?os de edad, tiene un carácter típicamente europeo, libre, indisciplinado, abierto y prudente. Mostró un poco de nervios al verme, se sentó y miró en todas direcciones, como si fuese un “l(fā)adrón” que acababa de cometer un robo.
Tenía las manos sobre la mesa, con los dedos cruzados, en una postura similar a cuando se disponen para colocarles las esposas. Inmediatamente entendí lo que quería expresar sin hacer ninguna pregunta.
Mailakao es un chico franco y me confesó que había violado la ley migratoria, al no renovar su visa, por lo que la policía le obligó a salir de China. él llegó a nuestro país hace cuatro a?os. Primero fue a Xiamen y luego a Ningbo. En 2009 se trasladó a la capital para estudiar chino durante un a?o en la Universidad de Lenguas Extranjeras de Beijing y luego de terminar esa etapa, en junio de 2010, su visa expiró.
Sin embargo, para entonces se había enamorado profundamente de la cultura china y no le apetecía ya regresar a su país. Tenía ganas de quedarse en Beijing y buscar un empleo. Pero después de algunas averiguaciones comprendió que es muy difícil solicitar una visa de trabajo. “No podré quedarme en China, salvo que maneje técnicas que los chinos no conocen o haga trabajos que los chinos no pueden hacer”, expresó.
La residencia ilegal lo mantuvo muy preocupado y nervioso durante mucho tiempo. “Lo único que puedo ser es profesor privado y hacer traducciones sencillas, porque para esos trabajos no es necesario firmar un contrato laboral y no hace falta conseguir el permiso del departamento de trabajo. Pero sin la visa no puedo alquilar un apartamento y no tengo otro remedio que vivir con mis amigos y mudarme a menudo”.
“No me interesa ganar mucho dinero. Sólo quiero tener una vida sencilla. Para mí, tener la comida y pasear por las calles de China es mi mayor riqueza. Mi mayor deseo es ense?ar inglés o espa?ol a ni?os de lugares remotos del país”, comentó.